Leonard Cohen- Jim Morrison- L.A.Spinetta-Fernando Noy- Cristhian Vázquez-Juan Carlos Diez- Juan Borges
Cielo
Los grandes pasan
pasan sin tocarse
pasan sin mirarse
cada uno sumido en el gozo
cada uno en su fuego
No tienen necesidad
el uno del otro
tienen la más profunda de las necesidades
Los grandes pasan
Registrados en algún cielo múltiple
grabados en alguna risa sin fin
pasan
como estrellas de diferentes estaciones
como meteoros de diferentes siglos
Fuego inalterado
por el fuego que pasa
risa inatacada
por el confort
se pasan los unos a los otros
sin tocarse sin mirarse
necesitando saber tan sólo
que los grandes pasan
Los grandes pasan
pasan sin tocarse
pasan sin mirarse
cada uno sumido en el gozo
cada uno en su fuego
No tienen necesidad
el uno del otro
tienen la más profunda de las necesidades
Los grandes pasan
Registrados en algún cielo múltiple
grabados en alguna risa sin fin
pasan
como estrellas de diferentes estaciones
como meteoros de diferentes siglos
Fuego inalterado
por el fuego que pasa
risa inatacada
por el confort
se pasan los unos a los otros
sin tocarse sin mirarse
necesitando saber tan sólo
que los grandes pasan
Jim Morrison
Todo lo humano
está abandonando
el rostro de ella
Pronto ella desaparecera
dentro de la calma
vegetal
de la ciénaga.
!Quédate!
¡Mi Amor Salvaje!
L.A.Spinetta
PARTE PRIMERA
I
Yo nacía como un pato salvaje
pero era sólo consumación de brotes.
Era eterno mi corazón
eterna mi dicha
postrero el cuerpo para criaturarme.
Yo bebía de mi propia carne
como un secuestro de las razones no dadas.
Luego bebía de las viejas comarcas
ansiando que un suelo me proyectase desde la luz
como a un molino sensible
y el cielo me iluminaba
y yo ignoraba a los profetas.
Después me acomodaba en los látigos de la arena
detestando la sed infinita
obligándome dulcemente a echar del olvido al desierto
haciéndome fotos como ángel
como trueno
como especie inaudible de ritual corpóreo.
Y el silbido de mi viento interno,
eterno viento dentro de las uvas de las almas,
se consagró en los subsuelos del templo pagano
para perdurar en el antagonismo.
Ya que mis ramas carecen de rezos
con los que al flotar se lea el horizonte.
Fernando Noy
Bañado
Nunca pude sentirme solo frente al río
Brilla una luz perpetua entre sus aguas
Si me acompaña es porque no ostenta cicatrices
ya que su piel convence de perfecta
por siempre intuyo que al fondo
muy al fondo
oculta un laberinto de heridas
que no cierran
Ahora vuelvo después de tanto tiempo
Quién no regresaría sabiendo que lo espera
una arquitectura azul amante de las lanchas
Esta procesión de fuego
estremeciendo ocasos
con la tenura de su espuma blanca
Quien no volvería sabiendo que la lluvia
por el propio deseo de acariciar sus aguas
al fin se ahoga
en nuestro
Río Negro
Cristhian Vázquez
Vía cero
herida escondida
de victima sutil
agresiva
no es dios de carne
ni demonio de yeso
demis de cresta altay
los dientes tiritan
se quiebran
oxidada vino de sacerdote
con corazón hipermufado
¿qué puede contarle
el sol a Venus?
Arco iris super poblado
de duendes borrachos
la cruz derroto los huesos
de rodillas
pide perdón a la vida
Juan Carlos Diez
Canción de pájaros migrantes
Una pequeña imagen de Buda que cruzó la tierra y tu
foto que se ilumina por sí misma. La mirada concentrada y dulce, quizás
parecida a esa forma única con que siempre enhebraste tus melodías.
Tus canciones son generadoras de luz. Muchas,
incluso, despliegan tanta espiritualidad que, como tus manos en el diapasón de
la guitarra, hacen que la música crezca junto con las plantas, los niños y el
deseo de los amantes.
Busco refugio en tu música y lo que encuentro es
felicidad. Me repliego en el claroscuro de un templo milenario y tu voz me lleva
al futuro, a la esperanza de los pájaros migrantes.
Tu despedida elegante fue la del sabio en la montaña,
cantando mantras de amor, antes de iniciar el viaje definitivo. Ese que se llevó
parte de nuestra vida, como ocurre cuando nos dejan los seres amados.
“El mundo está terriblemente más vacío ahora sin
él”, dijo sobre vos Bob Dylan. Y seguirá siendo cierto.
Qué generosas tus canciones, George. Siempre están
ahí para darnos todo. Y en su belleza encierran el fluir constante de los
afluentes del Gánges. “No habrá un futuro donde dejemos de ser”, nos
recordaste en tu última canción, citando el Bhagavad-Gita.
Mientras
el sol ilumina esta ciudad de solitarios yo siento tu corazón. Tu música
colmada de eternidad irradia vida; ella mueve algo en el aire.
Juan Borges
Juan Borges
Púrpura
Me tomaron las manos. Intenté despegarme
resistiendo de una manera hostil y aguerrida. Me clavaron a la
cama...Me inyectaron un tranquilizante que desconocía su origen.
Alrededor luces, sonidos, estrépitos. Voces imperceptibles a lo
lejos, aullidos, suspiros y sobretodo quejidos. Serían otros
pacientes como yo, repletos de temor e incertidumbre .Nadie supo ni
quiso decirme nada Dos enfermeros fornidos, robustos, adustos,
categóricos. Me sujetaron y clavaron su mirada colmada de autoridad
sobre mis ojos que a esa altura estaban repletos de lágrimas....Tuve
mucho miedo. Sin embargo lo que me inyectaron logro sedarme...
En ese entonces serían aproximadamente las
ocho de la mañana. Me practicaron una transfusión dado que había
perdido demasiada sangre. Las luces invasivas, perpetuas, circulares
que se clavaban por todo mi cuerpo. Relampagueaban mis párpados,
hasta hacerlos temblar. Estaba solo .En mi somnolencia no podía
distinguir las figuras, ni siluetas que transitaban a mi alrededor.
Gente a mi alrededor que murmuraba sin dar indicios claros de mi
situación, ni de mi existencia.
Ella esperaba en el pasillo, toda la noche
estuvo allí... Desconociendo mi monstruosidad.
Clavaron mis muñecas contra los laterales
de mi cama, rígida y fría, una vez más me inyectaron de forma
brutal .Luego tomaron una muestra más de mi sangre. Nadie me
hablaba, ni me miraba. No era nadie en aquel lugar. Pasaban a mi lado
siluetas blancas, verdes, negras, violetas, cadáveres….Fantasmas
talvez, verdugos más exactamente. Nadie informaba nada .Mi familia
no debía enterarse .Ya mi vida era demasiada calamidad para otro
sobresalto... Luego cansados de mi ansiedad me vendaron los ojos,
posteriormente a un puñetazo en la boca para que dejara de quejarme
.Me sentaron en una silla de ruedas .De allí me trasladaron por un
túnel oscuro donde no transitaba gente y terminé en una sala mucho
más fría y tétrica. Allí me instalaron en una larga cápsula,
ante lo cual me resistí ya que no entendía y me provocaba mucho
temor. Volvieron a golpearme.”Es por tu bien, hijo de puta “me
decían. Ya no pude resistirme .Tuve que ceder. Allí estuve
maniatado, vendado y sedado .En la cápsula aquella permanecí un
rato largo .volví a orinarme.
Luego de un rato Salí de allí mucho mas
trastornado, meado y repleto de sangre en mis encías. No soportaba
el dolor. ¿QUE ERA TODO AQUELLO?
Cuando Salí de la cápsula una amable
señora, comenzó a insultarme por mis hedores nauseabundos y mis
lágrimas. – No sea maricon! deje de llorar.
-
Drogadicto de mierda ¡!!
Volví a la habitación. Intenté recordar
imágenes, nombres, lugares .Todo era en vano, había perdido la
conciencia al menos por el momento.
Alguien pasó a mi lado, no pude divisarlo
con exactitud y me dijo al oído: “estás en un campo de
refugiados, no saldrás mas de acá “. Fue difícil entender
aquella afirmación, pero para aquel entonces ya nada me sorprendía.
Mi conciencia y mi percepción estaban en tinieblas, totalmente
huracanadas por esa vorágine. Preferí creer que aquello era un
sueño o talvez estuviera muerto .Daba igual. Sin embargo el dolor no
cesaba, ni la sangre dejaba de fluir de mi boca.
Escupía sangre a mi alrededor, coágulos
asquerosos. Intenté ir al baño y comencé a orinar borbotones de
sangre. Mucha sangre. Dibujé objetos en las paredes del baño con mi
sangre, flores, banderas, estrellas, su nombre. Acto seguido vinieron
dos amables señores muy robustos y una vez más comenzaron a apelar
al orden y las buenas costumbres, es decir me cagaron a trompadas.
En la cama otra vez, ahora excluido de los
demás pacientes. El olor de mi sangre era muy intenso, mis
pantalones orinados, mis dedos con coágulos secos que había quitado
de mi boca. Los médicos pasaban lejos de mí. Ni un momento se
quitaban el barbijo, ni siquiera para mirarme de lejos. Les resultaba
asqueroso, repugnante.
Luego de muchas horas la dejaron pasar. Por
fin podía verla .Sus ojos dulces, su mirada tierna. Era lo único
que podría salvarme en ese infierno. Ella comenzó a hacer preguntas
a esos tipitos con licencia para matar, para descurar. Nadie le decía
nada, la miraban sin comprender cómo una mujer tan correcta podía
estar tan cerca de un monstruo tan despreciable, nauseabundo,
asqueroso. Repleto de sangre en su boca, sus pantalones meados de
sangre seca, disecada... Era incomprensible cómo esa mujer podía
estar cerca suyo, talvez la lástima, la piedad. Ella estaba
temerosa, impactada. Finalmente un pseudo médico se acerco y le
ofreció un esbozo de diagnostico con la intención quizás de
obtener su teléfono o por pena de verla tan compungida. El monstruo,
yo, seguía dormido y desparramado en la cama.
El diagnostico tentativo era “plaquetopenia
“. Sonaba más bien a una rutina del gran humorista ya fallecido
Fernando Peña. Nada concreto, basura, palabrerío falaz...
Las causas; múltiples. Desde stress,
consumo excesivo de carbamacepina, ingesta desmedida de hamburguesas
callejeras, lecturas sonámbulas en los techos de casas vecinas,
orgasmos epilépticos irresueltos etc. Nada concreto, final abierto.
Nadie más podía acercarse al monstruo
horrendo sangrante. Ella salió de la habitación, talvez con algunas
certezas y muchas confusiones. Debía descansar...
Maniatado y en silencio una vez más, se
acercó una médica con cara de caniche y lentes muy delgados y me
dijo; ¡usted tiene Púrpura señor! nadie se lo va a contar ni a
confirmar pero ese es su cuadro. Ahora tuve más miedo que antes.
Permanecí temblando de frío, esa noche no deje de llorar. Las
petequias eran arañas que invadían mi cuerpo. Los garantes del
vigilar y castigar me observaban, no entendían mis lágrimas.
Sangre por todos lados, mis libros con
sangre, mi ropa ensangrentada .Con mi sangre comencé a escribir
poesías, a dibujar, a escribir canciones de amor.
Al otro día empezaron a visitarme mis
familiares, ya no sangraba tanto. Los hematomas de los golpes
recibidos ya no eran visibles. Parecía una persona .Ya reía,
sonreía, almorzaba y hasta rezaba con algún pastor que se acercaba
a darme fuerzas. Estaba en una sala con otros pacientes. Ya no era el
monstruo repugnante y asqueroso del comienzo...
El pastor me explicó que el púrpura era
una enfermedad de la sangre y todas esas afecciones sanguíneas eran
propias de los pecadores, de los impíos, los blasfemos. Para curarme
debía salvar mi alma. Demasiado tarde le dije.
Al dia siguiente ya no escupía sangre, ni
orinaba tampoco aquellos coágulos. Sin embargo no podía dormir
tampoco en aquel lugar. Los reflectores permanecían encendidos todo
el tiempo, gente que gritaba, aullidos, penetraciones talvez. .
Dos días después me dieron el alta, me
sugirieron que tome las cosas con calma. Que simplemente había sido
un stress, una plaquetopenia o perdida de plaquetas de la sangre
debido a vaya saber que…. Tampoco era tan importante. Vaya cuídese,
haga vida normal, tómese los corticoides, aliméntese bien, lea,
descanse y olvide todo lo que vio. Recuerde que cuando uno está
enfermo, semiinconsciente tiende a distorsionar las imágenes
.Recuérdenos bien, no haga preguntas, rece
por las noches y sea un buen ciudadano. No es fácil manejar la salud
pública, es un apostolado. Acto seguido los médicos se quitaron
los barbijos, los guantes, la escafandra y vinieron a saludarme –
fue un honor cuidarlo profesor. Su función es muy destacada, no es
fácil educar niños hoy en día...
. Mi familia me llevó, por fin me iba de
aquel horrendo lugar .Estaba ansioso por huir de allí. Debajo de mi
cama aún quedaban gotas, borbotones color púrpura. Nadie los había
notado. Eso quedaría allí durante mucho tiempo. Esperaba no
regresar jamás a aquel campo de refugiados. Nadie habló de
“púrpura”. Solo aquella señora, que no volví a ver, la única
que me había insinuado aquella noche eso pero después nadie se
atrevió a hablar de ese diagnóstico.
Por última vez fui al baño, aún seguían
mis dibujos con sangre. Talvez nadie los podía ver. El púrpura
inundaba el aire. Solo yo podía percibirlo, y algunos cadáveres que
pululaban por allí. De alguna manera me quedaba con ellos en aquel
lugar. Era inevitable.
Muchas gracias por colocarme en un lugar destacado,acompañado de luminarias poeticas.
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